Exhibición Martes 1° de marzo
Ciclo: “Lo
arbitrario de los géneros”
Comedia
Sopa
de Pato
dirigida por: Leo McCarey
Al tratarse
de un género teatral con una larguísima tradición,
la comedia se adaptó rápidamente al abanico de
preferencias de los espectadores cinematográficos. Al igual que
sucede con su vertiente escénica, la comedia acredita en el cine
una cualidad satírica, bromista, burlesca, con una
propensión más o menos marcada hacia el reflejo grotesco
de las costumbres sociales. De hecho, la comedia proyecta el
despropósito de ciertas convenciones, y en esta línea se
fomenta en ella una línea carnavalesca, que logra la comicidad
por medio de una interrupción del orden establecido, poniendo
del revés las normas y desintegrando los criterios de urbanidad
para, al final del espectáculo, restituir el orden que antes fue
alterado.
Pese a recurrir con frecuencia a los estereotipos, la comedia
cinematográfica incide en la singularidad psicológica de
sus personajes, con frecuencia derrotados por un cúmulo de
situaciones que, por azar, logran superar. A imagen de su contrapartida
teatral, también el cine de comedia asume diversas tendencias,
como la farsa, el vodevil, el sainete y la comedia sentimental, que
adapta a las convenciones del lenguaje fílmico.
Frente al humor físico, dinamismo e impulso circense del cine
mudo, la comedia cinematográfica opta, desde sus inicios, por el
diálogo ágil y el juego de los equívocos. En los
años treinta, Mae West en I’m No Angel, (1933) y W.C. Fields
personificaron la comedia pícara tanto en los escenarios como
ante la cámara. El absurdo surrealista fue plasmado en el
celuloide por los Hermanos Marx en películas como A Night at the
Opera, (1935), mientras que Cary Grant en His Girl Friday, (1940) se
presentaba como el galán idóneo de filmes vodevilescos,
impregnados de un cierto romanticismo en sus tramas. En cierto modo,
tales son las tres líneas fundamentales seguidas por la comedia
posterior. De hecho, la tradición de Mae West se ha mantenido en
la actualidad, cada vez menos matizada y elegante, en producciones con
un claro matiz erótico. La comedia alocada y verbal de los Marx
fue incluso intelectualizada por humoristas como Woody Allen en obras
como El dormilón (Sleeper, 1973) y Annie Hall (1977). Y la
comedia romántica y festiva que en otro tiempo dirigieron
cineastas como Leo McCarey -Sopa de pato (Duck Soup, 1933)- y Preston
Sturges -Las tres noches de Eva (The Lady Eve, 1941) y Los viajes de
Sullivan (Sullivan’s Travels, 1941)- se mantiene en la actualidad, si
bien con una dosis inferior de talento en los diálogos.
En el desarrollo de la comedia cinematográfica
desempeñaron una función destacada el alemán Ernst
Lubitsch, especialmente con La viuda alegre (The Merry Widow, 1934) y
Ser o no ser (To Be or not To Be, 1942), y el austríaco Billy
Wilder, director entre los más grandes, con excelentes
títulos como Sabrina (1954), Los caballeros las prefieren rubias
(Some Like It Hot, 1959) o El apartamento (The apartement, 1960), que
llevaron al cine estadounidense el ritmo incansable del vodevil
centroeuropeo. Progresivamente trivializado y cada vez más
pueril, el cine de comedia de las últimas décadas ha
recogido su principal inspiración de la pequeña pantalla.
De ahí que, por ejemplo, el cine de los ochenta se caracterizase
por la presencia de cómicos procedentes de la televisión,
como Steve Martin, Richard Pryor, Chevy Chase, Dan Aykroyd, Eddie
Murphy, John Belushi, John Candy y Bill Murray.
Como sucede con otros géneros cinematográficos, la
comedia se ha entremezclado con otras tendencias temáticas y hoy
está ligada a producciones de género aventurero donde no
escasean las situaciones cómicas
Alabados por los surrealistas, quienes veían en ellos al
más puro ejemplo de la anarquía y el absurdo, los
hermanos Marx constituyeron un frente de batalla cómico que se
desarrolló en Hollywood durante los treinta y cuarenta. Sus
diálogos corrosivos y la desenfandada narrativa de sus filmes
antecedieron, por dos décadas, al teatro del absurdo de Ionesco
y Beckett y a la revolución narrativa de la Nueva Ola.
Sopa de pato es el filme más desaforado de la primera etapa de
los hermanos Marx en el cine. Esta comedia apuesta por el absurdo desde
su título -el más heterodoxo de todos los que filmaron- y
convierte a lo que parecería ser una crítica a los
totalitarismos en una parodia de los convencionalismos del propio
género.
Contrario a lo que pudiera pensarse, el humor ácido de los
hermanos Marx no siempre encontró eco entre el público y
la crítica de su tiempo. De hecho, el estilo de Héroes de
ocasión se contrapone totalmente al humor conformista
típico de cómicos más amables como Los Tres
Chiflados o el Gordo y el Flaco, quienes reinaron en la taquilla
durante aquellos años.
El fracaso taquillero de sus filmes en la Paramount condujo a los
hermanos Marx a aceptar un contrato en la Metro, en donde su humor fue
domesticado. Sin embargo, esta aparente incomprensión no detuvo
a los geniales cómicos, quienes invadieron la radio y la
televisión con su locura.
El cine de los hermanos Marx fue redescubierto durante los años
sesenta y rápidamente alcanzó estatus de culto. Groucho,
el más popular de los hermanos, se convirtió en un
ícono de la cultura popular estadounidense de este siglo. Su
espectacular agudeza verbal fue retomada por otro neoyorquino
judío, Woody Allen, quien le rindió un sentimental
homenaje a Sopa de Pato en su filme Hanna y sus hermanas (1986).
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